El gran interrogante doblemente invertido se erige como eje principal de la composición. Quiere atraer la atención del espectador para hacerle consciente de que, con frecuencia, nos hallamos inmersos en un mar de dudas.
Nuestros proyectos, nuestras ilusiones, nuestros temores,… nos atrapan a veces, obligándonos a divagar y a darles vueltas y más vueltas antes de tomar una decisión.
Detrás del interrogante, cintas entrecruzadas que aumentan y disminuyen de tamaño al igual que lo hacen nuestros temores, nuestras dudas… Todas ellas con un principio y un final, y el conjunto de las mismas forma nuestro propio ser.
Dudar obliga a meditar. Meditar ayuda a tomar decisiones probablemente más acertadas.
Nuestra vida es el resultado de nuestras decisiones, pues somos lo que somos por esas decisiones.